
Desde que llego al trabajo miro el reloj calculando cuánto faltaba para irme. Cada día, desde que entro hasta que me voy, dejo dos partes mías, dos hermosas sonrisas de terciopelo, dos retoños de mi ser, en casa… ¡Y no saben qué liberador tener unas cuantas horas para mi solo!
Se lo que están pensando ahora mismo, “¿Para qué quisieron tener hijos si vas a decir esa bestialidad?” y también sé que si están pensando eso es ¡porque no tienen hijos!
Atrás quedaron los horas de siesta, las salidas espontáneas a bares de otras provincias y las maratones de netflix. Estas tareas ahora fueron reemplazadas por correr detrás de niñas, programar cada instante del día con precisión quirúrgica y maratones de Pepa Pig.
Guadalupe, la más pequeña, dice pocas palabras. Pero “Pepa-pepa-pepa-pepa-pepa-pepa-pepa” la dice como si fuera una sola, cada vez que termina un capítulo. Si, como estoy poniendo ropa en el lavarropas, voy y le pongo otro para poder terminar tranquilo, Valentina (la más grande) protesta “¿Por qué ella ve dos seguidos y yo ninguno?”. Entonces pongo “Jugando con Aby” en youtube y la que protesta es la bebé, llorando como si le hubieran apretado un dedo contra la puerta. Me da pánico que el edificio escuche y piense que soy un padre pésimo así que le doy a la bebé el celular mientras habilito la tele para la más grande… y confirmo que como padre soy una mierda, pero sin que nadie se entere.
Generalmente, una vez que el lavarropas está andando salgo a hacer un recorrido de compras. Dónde están las putas zapatillas de las nenas, es un misterio más grande que el triángulo de las bermudas. Les pongo lo primero que puedo y salgo a la calle. O mejor dicho, intento salir.
Recuerdo en épocas sin hijos como la línea a la salida era siempre recta, sin obstáculos. Ahora con niñas hay que esquivar juguetes, volver atrás a cambiar el pañal de la bebé, recoger un abrigo por si refresca (en los dos minutos que tardo en ir a la verdulería), apagar todas las luces de la casa (¿Quien las prendió?), abrir la puerta, pedir a la más grande que salga, llamar al ascensor, volver a entrar para pedirle a la más grande que salga, calmar a la chiquita que quiere pasear, gritar “me voy” como amenaza absurda, dejar a la bebé en el piso y cerrar la puerta, buscar a la más grande y encontrarla maquillada como piñón fijo…
Si la compra salió bien y no olvidé nada, lo que sigue es poner el agua para bañarlas y encerrarme en el cuarto de ellas a jugar. Dejo el celular, la tablet y la tele bien lejos y cierro la puerta con llave. Entonces me maquillan a mi también, me hacen hacer circo, nos tiramos en el piso, jugamos a las compras, a la comidita, resolvemos conflictos y celos, nos escondemos y nos encontramos. Después de esos 5 minutos tremendos me largo a llorar.
El baño es la confirmación del error de los que dicen que no se pueden hacer dos tareas al mismo tiempo. Porque si las niñas están juntas en el baño entonces ¡hay tiempo para bañarlas y cocinar! Pico una cebolla, pongo shampoo; corto un morrón, enjabono; corto la carne, y me corto las venas.
Mientras las estoy sacando del baño, pueden pasar dos cosas: o me llaman del trabajo o me mensajea un amigo. El mensaje del amigo suele ser invitando para salir esa misma noche y con la amenaza de “hoy copate que hace bocha que no venis a las salidas improvisadas y estás re-cortado” y si es del trabajo suele venir con otra amenaza “solucioná esto antes de entrar mañana a las nueve a la oficina”.
Entonces la cena familiar es hermosa porque las niñas no quieren ni comer, ni irse a dormir, y yo tengo nuevos problemas para resolver en las dos horas que quedan del día sumados a los de lavarles los dientes, acostarlas y lavar los platos.
Asi que cada noche, cerca de las diez, empiezo a patalear, a gritar y llorar, como si me apretaran los dedos contra la puerta, me paro en la mesa, revoleo los cubiertos y grito “No, no, no y no… yo también quiero una mamadera y a la cama!”
¡Claro que mereces una mamadera, aunque probablemente con otro contenido…! Leyendo te imaginé todo el rato haciendo esos mil detalles que conlleva la crianza y te aplaudo, porque imagino que no todos los papás lo hacen. Lo sufres más porque antes de ellas gozaste de tu tiempo a más no poder. En cambio, los más viejos, como yo, obtuvimos una profesión y luego enseguida vino el trabajo y el matrimonio. No tuve ni tiempo de extrañar lo que no había vivido.
¡Me gustó tu relato!
Un abrazo!
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No es algo que haga solo tampoco, en casa hacemos un hermoso equipo con mi esposa y repartimos las tareas pero no hay forma de mostrar todo lo que es el día a día en un relato sin ocultar esa mano!
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¡Me alegro! Compartido es más llevadero 😁
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👍
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Hola, me ha encantado el relato. Parece que últimamente los nuevos padres están con el ingenio subido 🙂 porque Berto Romero rompe audiencias con su serie, basada también en hechos reales sobre la crianza de sus hijos y cómo compaginarlo con el trabajo, sin volverse locuelo 🙂
Me gustó mucho y me enganchó hasta el final.
He tratado de darle al me gusta, pero WordPress no me lo permite, ahora mismo voy a ver qué sucede.
Felicitaciones
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Hola Joana! Gracias por el comentario! Tambien estuve navegando por tu blog y me gustó mucho!
Soy argentino, pero la distancia no me impide ser un fanático de Berto!!! Es una lastima que aca no se consiga la serie!
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