Me caen muy mal los que dicen que no festejan Halloween porque “es algo que hacen los Yankees”. Cada uno celebra lo que quiere y cuando quiere. De hecho, si fuera por mi (que me encanta la joda) festejaría cualquier cosa, ¡cuenten conmigo para anotarme en cualquier corso!
Con el fútbol pasa parecido. Está muy bueno festejar todo. Pensemoslo de ésta manera: en un torneo sólo hay un campeón, el resto pierden. Por lo tanto, así sea un torneo de fin de semana, una copa con amigos o la champions, hay que celebrarlo.
Ahora bien, una cosa son los festejos espontáneos, frutos de la alegría y del momento especial y otra cosa, las celebraciones fingidas. El festejo fingido, debería figurar en la lista de los pecados capitales, porque es la profanación más triste que se puede hacer del acto sagrado de la fiesta.
El festejo trucho, el que es humo para la gilada, es, como todo lo malo del fútbol, hijo del negocio. Ya saben lo que pienso acerca del negocio en el fútbol y de cómo me fastidia que vengan a quedarse con todo, incluso con la alegría de un gol.
Eran otros los tiempos en los que negros africanos se juntaban en el córner para improvisar sus coreografías, o dar vueltas carnero impresionantes. Allá lejos quedaron “el inflador” del piojo López, los perritos orinadores de banderines o “el arrorró” de Bebeto y sus amigos.
Román Riquelme usó el gol como acto de protesta y le hizo “Topo Gigo” al presidente de su club. Engreídos como Robben, sacuden las manitos (Como haciendo que le pegaron mas o menos), irónicos ante la grada. Improvisadas bicicletas, partidos de truco en banderines del córner, coreografías ensayadas más que en los concursos de baile. Me encantaba esa época de desparpajo.
Porque además el festejo tiene eso de descontrolado, de improvisado, de total rebeldía, que es parte central del fútbol. El borracho de la fiesta no se anda preguntando por cómo se ve, y el gol debería ser al futbolista lo que licores y drogas son a los casamientos.
Ahora, unos señores de traje, le explicaron a los players que sus festejos son una “marca registrada” y que los comprarían hasta los video juegos. Por eso, estos señores que de plata entienden mucho pero de joda no saben un carajo, le recomiendan a Messi que salude a su abuela en cada gol, o a CR7 que muestre su número a la cámara.
Rechazo por completo, con lo que me importan los goles de mi equipo, que me digan como y cuando festejar. Jamás dejaría que un señor de traje mi indique cómo y dónde celebrar mi cumpleaños, a qué cámara mirar en las fotos, o que ropa ponerme para vender publicidad en Instagram. Mi espalda por completo, o por lo menos, no por menos de 500.000 dólares.
Dejo abajo un video como una añoranza, como aquellos señores viejos que reclaman todo tiempo pasado como mejor. Y les pido en los comentarios que me recuerden festejos, porque la semana que viene tengo ganas de salir a celebrar.
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