Si bien todos responsabilizan de lo que pasó a Pedro Incomdi, porque de alguna manera fue el protagonista de la historia, hay que decir que el profesor es un personaje injustamente olvidado. Sin la necesaria participación de ambos, esta historia no hubiera existido.
Pedro Incomodi tenía una frase de cabecera: “si, tal cual”. La usaba cada vez que era requerido en alguna conversación con el único fin de evitar hablar con gente. Por eso un día su psicólogo le recomendó iniciar un taller literario para escribir y exponerse un poco ante los demás.
Por su parte, el profesor era, al igual que todos los profesores de escritura creativa, un hombre sucio y desprolijo cuyos talleres eran su única fuente de ingresos, de actividad social y de posibilidades sexuales.
Aquella tarde fatal, el profesor se sentó en el centro de una improvisada ronda y, acomodándose una raya al costado que parecía pintada con plasticola en lugar de gel, preguntó si alguno quería leer su ejercicio. Todos revolearon los ojos menos Pedro Incomodi que levantó la mano por primera vez desde que había empezado el curso. Se aclaró la garganta, como cantor de tango fumador, y arrancó la lectura. Su texto era un relato entre tierno y siniestro de dos primos que, encerrados en el armario, se besaban y toqueteaban.
– Interesante texto- felicitó el profesor acomodándose los lentes. Todos conocían el gusto del profesor por esas temáticas algo incómodas y empezó a hacer preguntas.
Pedro Incomodi quería decir la verdad, quería decir que el cuento había surgido de la nada, pero intuyó que el profesor estaba buscando que él contara otra cosa. Ahí empezó el desastre.
-En realidad, me cuesta decirlo, pero fue una experiencia personal. De un abuso que viví de chico. Esa vez mi prima me terminó chupando la pija en el armario. Yo no sé si quería.
Hubo un silencio espeso. La que más se movilizó fue Judith, una psicóloga que empezó a tomar nota de lo sucedido. El profesor dudó un instante y al ver que Pedro Incomodi quería retomar la conversación se apuró a hablar.
– Muy bien, bueno. Fue un buen ejercicio como para dejar fluir las cosas. ¿Alguien más quiere leer?
-En realidad profesor, me gustaría aclarar que no fue que mi prima me chupó la pija- Entonces algunos respiraron, pensaron que pronto terminaría el malentendido. –En realidad, fue mi abuelo.
– Bueno, claro- dijo desabrochándose un botón de la camisa el profesor. Judith se acercó y trató de empezar una repentina sesión de terapia para contener emocionalmente a un Pedro Incomodi que no se mostraba perturbado, pero que desde luego, todos intuían que podía estarlo. Al notar que un ápice de una nueva historia comenzaba a tomar rumbo Pedro Incomodi continuó.
– A quién engaño… en realidad fui yo el que se la chupó a mi abuelo.
Judith sugirió que en lugar de una psicóloga debía ser atendido con urgencia por una psiquiátra y Mabel, una señora de unos 65 años que había empezado el curso hacía más tiempo y tomaba antidepresivos, se apresuró a llamar a la suya.
– Bien, ¿alguien más quiere leer? Gracias por compartir tu experiencia.
Todos levantaron la mano y el profesor dijo que leyera Ximena, pero cuando iba a empezar a leer Pedro Incomodi, envalentonado por la nueva historia que surgía improvisadamente, interrumpió.
– Esa fue la primera vez que lo hizo mi abuelo, osea, que se lo hiciera a mi viejo era muy común.
Una que estaba al fondo se levantó y se fue del aula. El profesor quería decir algo, pero no sabía bien qué hacer. Es cierto que Pedro Incomodi dudó en decir lo que dijo después, tan cierto como que sentía que debía dar el toque final.
– Por eso cada vez que mis hijas me dicen que no quieren yo les explico que yo lo hacía con mi viejo y mi abuelo… Pasa que ellas son chicas, ni siquiera la saben chupar bien.
Veinte años estuvo preso Pedro Incomodi por lo sucedido en el taller literario. Todos supieron a los pocos días que su historia no era cierta. Sin embargo, el juez de la causa considró demasiado verosímil su improvisación y obligó a cumplir una condena. De hecho, algunos consideran que si bien él puede ser inocente de abuso sobre unas hijas que no tiene, es absolutamente responsable de los delitos cometidos por los personajes que ha creado.
… Mucho peligro conlleva la condena al autor por los delitos de los personajes. Adiós literatura, adiós creación, adiós adiós.. Me gusta. Un abrazo. Salud y saludos.
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